En 2020 fue mi primer día asesorando a un ex CEO de L’Oréal que ahora lideraba una app de economía colaborativa en Venezuela. Mi marca recién empezaba a ser una agencia y no tenía ni la mitad de herramientas que tengo hoy, pero sí sabía que era un trabajo realmente importante para mi carrera y que mi espíritu creativo me guiaría en cómo debía hacerlo.
A esta tarea no llegué de buenas a primeras. Estuve mucho tiempo buscando la oportunidad y me ocupé de hacer tanto espacio dentro de su día a día al punto que esta misma persona fue la primera que convencí para pagar por una de mis conferencias. Tiempo después hasta compró tickets para mi bootcamp, un proyecto donde pudimos crear un vínculo poderoso que me dio la oportunidad de trabajar para su startup por menos de un año y traer nuevos usuarios para su negocio.
En este ecosistema logré grandes resultados para su app y co-creé en el proceso creativo de eventos inéditos, desde transmisiones en vivo de 24 horas seguidas (una innovación en pandemia) hasta la búsqueda de nuevos inversionistas. A todas estas, yo también emprendía y aprendía. Lleno de miedos, por supuesto.